La Justicia de Mar del Plata condenó a 3 años de prisión a un hombre que asaltó a dos mujeres en el barrio Bernardino Rivadavia. El caso se resolvió gracias a que una de las víctimas reconoció al ladrón en una fotografía.
Por Fernando del Rio
No todas las historias del mundo del delito merecen ser contadas. Esas se pierden en su propia intrascendencia, en la periferia de lo importante, o ni siquiera logran salir de lo manido, de lo recurrente, de lo ya tantas veces contado. Y hay otras, en cambio, a las que un simple detalle las convierte en una pieza de valor público. Nadie se atrevería a dejarlas pasar.
Acaso esa sea la característica saliente de la historia de José Luis Junco (32), un hombre al que la Justicia acaba de imponerle una pena de tres años de prisión tras reconocer su autoría de tres robos ante el fiscal Mariano Moyano. Admitirse culpable fue el final de un callejón sin salida al que lo llevó una serie de factores cruzados, de errores propios y audacias ajenas.
Cuando el juez Roberto Falcone dictó sentencia se cerró una seguidilla de peripecias iniciadas una fría tarde de julio, del domingo 7 de julio de 2019. Ese día, casi a las ocho de la noche una mujer llegaba a su casa de Don Bosco al 3200. Después de guardar su automóvil en el garage la dueña de casa escuchó unos ruidos provenientes de los fondos, donde vivía su cuñada aunque en ese momento ella estaba de viaje. Curiosa o preocupada la mujer se dirigió hacia ese sector del domicilio y descubrió el motivo de los ruidos: dos ladrones.
Amenazada de muerte con un arma de fuego la víctima obedeció. Se metió en su casa, que es la que da a la calle, y vio cómo los dos ladrones revolvían todo en busca de dinero. Ella sentada en la cama recibió algunos golpes. “Ah, mirá los fajitos” le dijo uno de los ladrones al encontrar 20 mil pesos entre unos juguetes. Ese ladón tenía una característica singular en su rostro: un hoyuelo pronunciado en el mentón.
Los dos ladrones se apoderaron de todo aquello a lo que le reconocieron algo de valor: dos relojes, un anillo de plata y oro, dos alianzas, cerca de 20 mil pesos y, aunque resulte inexplicable, una bolsa de agua caliente. Era un 7 de julio como suelen ser todos los 7 de julio. Fríos.
Ya en soledad la mujer pidió ayuda y corroboró que antes de que la sorprendieran a ella los ladrones habían estado en la casa de su cuñada y también robado varios objetos de valor. La pérdida de los bienes y el recuerdo del traumático momento vivido parecieron ser lo único que quedaría de todo aquello. Pero unos días después sucedió algo más.
El 18 de julio, una gestora caminaba a un par de cuadras de allí, en Don Bosco y Roca, cuando un hombre con una pistola o un revólver se le acercó y le exigió la entrega de dinero. La víctima, también una mujer de mediana edad, rogó que se llevara solo la plata y no la documentación que tenía adentro, que era muy importante. Pero el ladrón ni escuchó y solo escapó con la cartera.
El DNI de la víctima, que estaba entre las identificaciones robadas, apareció en forma de fotografía en el Facebook de una solidaria mujer. Alguien le avisó a la gestora de esa publicación, en la que la solidaria mujer decía haber encontrado en un “basural”. La gestora se puso en contacto con esa persona y acordaron encontrarse para la devolución de toda la documentación. La cita fue en Magallanes al 11600.
El hombre de
la fotografía
Por una cuestión de vecindad, la mujer a la que habían asaltado en su casa se comunicó con la gestora tras enterarse de que también había sido víctima de robo. Y allí supo lo de la devolución de los documentos. También recibió el número telefónico de la mujer solidaria, pero al ver la foto de Whatsapp, se asombró algo atemorizada: en la foto la mujer solidaria estaba junto al hombre del hoyuelo en el mentón.
El fiscal Moyano, que investigaba el asalto en la casa, obtuvo esa declaración de la víctima que inconfundiblemente reconoció al ladrón –“fue el que me sacó la alianza de mi dedo”-, empezó a vincular distintas pruebas y ordenó detener a Junco, el hombre del hoyuelo en el mentón. El acusado resultó ser la pareja de la “mujer solidaria” y pese a que brindó distintas excusas para ubicarse lejos de los robos nadie le creyó. Sus coartadas no pudieron pasar el examen de la falta de evidencias. Por ejemplo, dijo que el domingo del asalto en la casa había concurrido a una peña, pero jamás aportó una sola prueba. Y también que el día del asalto a la gestora estaba trabajando, cosiendo bolsas de papas.
Cuando el fiscal lo consultó si sabía de la devolución de las cosas robadas, respondió que sí y que eran cosas que habían encontrado frente a la comisaría Undécima, no en un basural. “¿Y por qué no la devolvieron en la comisaría”, quiso saber con sencillo sentido común el fiscal Moyano. “No sé…”, respondió Junco y eso fue suficiente.
El fiscal y la defensa oficial entendieron que podían llegar a un acuerdo de juicio abreviado. Junco, aquel hombre del hoyuelo en el mentón y la fotografía inoportuna, admitió su autoría en los tres hechos.